Desde hace décadas, los especialistas en nutrición recomendaron reducir el consumo de grasas saturadas y priorizar las poliinsaturadas, como los ácidos grasos omega-3 y omega-6.
Sin embargo, especialistas sugieren que un exceso de omega-6 en la alimentación podría estar vinculado con procesos inflamatorios crónicos, lo que generó una discusión sobre su verdadero impacto en la salud.
“La calidad y el tipo de grasa que comemos tiene un gran impacto en las enfermedades relacionadas con la edad, en particular las enfermedades cardiovasculares”, aseguró Philip Calder inmunólogo nutricional de la Universidad de Southampton, en Reino Unido, a New Scientist.
La importancia de los ácidos grasos en la salud
Los ácidos grasos omega-3 y omega-6 son esenciales para el organismo, ya que este no puede producirlos por sí mismo y debe obtenerlos de los alimentos. Su función es clave en la inmunidad, la salud cardiovascular y el desarrollo cerebral.
Los omega-3 incluyen tres tipos principales: ALA (ácido alfa-linolénico), EPA (ácido eicosapentaenoico) y DHA (ácido docosahexaenoico). El ALA proviene de fuentes vegetales como las semillas de lino y la chía, mientras que el EPA y el DHA se encuentran en pescados grasos como el salmón y la caballa.
Por otro lado, el principal representante de los omega-6 es el ácido linoleico (AL), presente en aceites vegetales como el de girasol y maíz, así como en frutos secos y cereales.
El problema surge cuando el consumo de omega-6 supera ampliamente al de omega-3, lo que puede alterar el equilibrio de estos ácidos en las membranas celulares, afectando su funcionamiento.
Cómo mejorar el equilibrio de omega-3 y omega-6 en la dieta
Los expertos coinciden en que aumentar el consumo de omega-3 es fundamental para la salud, y reducir el omega-6 podría ser beneficioso en muchos casos. Sin embargo, en la práctica, ajustar esta proporción no es tan simple.