Mientras otros países dan pequeños pasos hacia la normalidad, Brasil no ha logrado doblegar al coronavirus. Tiene una nueva cepa circulando que es altamente contagiosa, sigue superando sus propios récords de muertes y el sistema de salud no da abasto con la cantidad de hospitalizaciones.
En medio de este escenario crítico, el presidente Jair Bolsonaro sigue desafiando el uso de cubrebocas, como si nunca se hubiera comprobado que previenen contraer el coronavirus.
A pesar de que él mismo tuvo covid, y también su esposa, dijo recientemente que “la gente debe dejar de actuar como maricas y dejar de lloriquear por el virus”.
A principios de enero, se registró por primera vez en Manaos (la capital del estado de Amazonas) una nueva cepa del coronavirus que estaba reinfectando a la población, desafiando la creencia de que las segundas infecciones son excepcionales.
Durante la primera ola de covid en Brasil, el 76% de la población de esa ciudad resultó contagiada.
En todo el país, en un solo día, el 11 de marzo, se registaron 2,286 muertes por covid. En 22 de los 26 estados de Brasil, las camas de hospital están ocupadas en un promedio de 80%, y en algunos superaban el 90%, según The Brazilian Report.
Sin un mensaje motivador de prevención por parte del liderazgo político, y tal vez motivados por el discurso oficial anti salud pública y anti ciencia, en algunas ciudades, especialmente durante los días de carnaval, se veía a grupos grandes de personas de fiesta y sin máscara.
En una entrevista con CNN, Joao Doria, el gobernador de San Pablo, dijo que “no hay una coordinación nacional para combatir la pandemia en Brasil. Sería importante que el presidente y los gobernadores enviaran el mismo mensaje a la población, pero esto, desafortunadamente, no está pasando”.
Brasil tiene 212 millones de habitantes. Registra hasta el 11 de marzo 11.3 millones de casos, y en este momento es el segundo país del mundo con más muertes, después de los Estados Unidos: más de 275,000.