Ese incesante movimiento de piernas que a veces observamos en reuniones o al ver una película, aunque molesto, suele ser un acto involuntario. La psicología y la ciencia lo asocian frecuentemente con el estrés, la ansiedad o aspectos de la salud mental, siendo un gesto no siempre consciente ni sencillo de detener.
El hábito de “sacudir la pierna” al sentarse es tan común que a menudo pasa inadvertido. Pero, ¿por qué el cuerpo se mueve solo? ¿Es simple manía, un mal hábito o algo más? Este gesto, a menudo inconsciente, comunica mensajes de la mente y el cuerpo, revelando más de lo que creemos cuando la ciencia lo analiza.
Qué dice la psicología sobre el involuntario movimiento de piernas
Desde la psicología, este movimiento repetitivo es una conducta motora involuntaria ligada al nerviosismo o un comportamiento estereotipado. El psicólogo Hugo Marietan explica que no siempre es consciente, sino una forma de liberar estrés, ansiedad o sobrecarga mental.
Un estudio de Harvard, dirigido por Jerome Kagan, halló que el movimiento constante de extremidades en adultos suele asociarse a una alta estimulación cerebral no canalizada, donde el cuerpo libera el exceso de energía mental con pequeños movimientos repetitivos.
Pero el estrés o la energía no liberada no son las únicas causas. A veces, “sacudir la pierna” responde a la autoestimulación sensorial, una forma del cuerpo de “entretenerse” ante la falta de estímulo externo. Por eso es más común en situaciones aburridas que en momentos de atención plena.
Aunque a menudo inofensivo, este gesto puede ser síntoma de trastornos como el síndrome de piernas inquietas (una necesidad urgente de mover las piernas, especialmente en reposo, que afecta al 7% de la población) o ansiedad generalizada (si se acompaña de otros comportamientos repetitivos).
No hay que olvidar el factor social: el movimiento de la pierna puede generar incomodidad, distraer o interpretarse erróneamente como falta de interés. Sin embargo, juzgar esta conducta sin entender el contexto puede ser injusto, ya que en muchos casos es una manera inconsciente de manejar las emociones.
Aprender a observar estos gestos con atención, sin caer en la alarma pero tampoco en la indiferencia, puede ser una vía para comprender mejor el estado mental y emocional propio y ajeno. A menudo, lo que el cuerpo repite constantemente es algo que la mente aún no logra verbalizar.