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18/09/2025 | Hace 7 horas

Harvard puso en debate el impacto de la IA en la creatividad y el valor del esfuerzo humano

Harvard puso en debate el impacto de la IA en la creatividad y el valor del esfuerzo humano
Expertos en filosofía, ética y psiquiatría analizan en la universidad cómo la inteligencia artificial generativa transforma los procesos creativos. El debate plantea interrogantes sobre la motivación, la autoría y la transmisión de habilidades.

La llegada de la inteligencia artificial generativa a los procesos creativos abrió un debate en la Universidad de Harvard sobre el sentido y el valor del esfuerzo personal. Aunque estas tecnologías prometen facilitar la obtención de resultados artísticos y profesionales, expertos en filosofía y psiquiatría analizan qué se pierde cuando la creatividad deja de requerir dedicación y superación.

Este dilema trasciende el ámbito del arte y la literatura, planteando interrogantes sobre la motivación, el orgullo y el desarrollo en una época donde la IA puede asumir tareas antes reservadas al ingenio humano.

La cuestión central gira en torno a la delegación del trabajo creativo a sistemas de inteligencia artificial generativa. Tradicionalmente, la creatividad estuvo asociada a la superación de obstáculos, el aprendizaje y la satisfacción derivada de conquistar metas tras un esfuerzo sostenido. La posibilidad de obtener resultados de calidad sin ese proceso genera dudas sobre el significado de los logros y el papel del esfuerzo en la vida humana. Los expertos advierten sobre consecuencias personales y sociales de esta transformación, como la posible pérdida de habilidades y el riesgo de que futuras generaciones carezcan de la motivación necesaria para alcanzar la excelencia.

Zoë Johnson King, profesora asociada de Filosofía, sostiene que el valor de un logro está estrechamente vinculado a los recursos invertidos en alcanzarlo. Para ella, el tiempo, el dinero y, sobre todo, los recursos cognitivos y emocionales empleados en la consecución de un objetivo otorgan un mérito especial al resultado: “Me importa que el trabajo refleje bien en mí, no solo que el resultado sea bueno“, afirma Johnson King.

No obstante, aclara que el esfuerzo no es un fin en sí mismo y que, en ocasiones, puede ser sensato delegar tareas para gestionar mejor los recursos personales. Reconoce que existen contextos donde solo importa la calidad del resultado, pero en otros, la autoría y el proceso adquieren un valor irreemplazable.

Desde otra perspectiva, Mathias Risse, director del Centro Carr-Ryan de Derechos Humanos, describe su experiencia con chatbots avanzados y resalta que la IA puede funcionar como una coautora en proyectos intelectuales complejos. Risse considera que, aunque la tecnología permite acelerar y mejorar la producción de obras, sigue siendo indispensable la intervención humana para juzgar y mantener los estándares de excelencia.

Expresa preocupación por el futuro, ya que las nuevas generaciones podrían depender exclusivamente de la IA para aprender y crear, lo que dificultaría la transmisión de habilidades y la motivación para alcanzar logros humanos genuinos. “Debemos encontrar formas de mantener una vida auténticamente humana y preservar los estándares de excelencia que nos distinguen”, subraya.

El riesgo de la desconexión entre esfuerzo, logro y vida cotidiana

Jeff Behrends, director de Iniciativas de Ética y Tecnología, reflexiona sobre el sentido del esfuerzo y los peligros de separar el trabajo del resultado. Según Behrends, la mayoría de las teorías filosóficas coinciden en que una vida plena implica luchar por los logros y experimentar el proceso de sacrificio y éxito. Advierte que la inteligencia artificial puede propiciar una desconexión entre el esfuerzo y la recompensa, reduciendo la experiencia humana a gratificaciones inmediatas.

Aunque la IA ofrece ventajas indiscutibles en áreas como la investigación científica, su uso generalizado en la vida cotidiana podría modificar la organización social y la interacción humana de forma profunda. “Quizá sea preferible escribir nuestros propios correos electrónicos y aceptar soluciones menos óptimas si eso nos permite conservar lo esencial de la experiencia humana”, plantea Behrends.

El psiquiatra Robert Waldinger aporta una perspectiva centrada en el orgullo y la satisfacción personal derivados del trabajo y el aprendizaje. A partir de su experiencia en el estudio del desarrollo adulto, observa que las personas valoran más el sentido de haber realizado un buen trabajo y de haber mejorado sus habilidades que los reconocimientos externos.

Relata cómo, tras años perfeccionando su escritura, siente cierta culpa al usar IA para mejorar un texto rápidamente, pero también reconoce el valor de haber transitado el proceso de aprendizaje. Waldinger sostiene que el desarrollo de habilidades y la capacidad de pensar de manera crítica son elementos fundamentales que se podrían perder si se delega todo en la tecnología. “No se trata solo de escribir, sino de pensar”, enfatiza, y destaca la importancia de decidir de modo consciente cómo emplear el tiempo y el esfuerzo en la vida cotidiana.

En conjunto, los expertos de Harvard identifican tanto riesgos como oportunidades en la integración de la inteligencia artificial generativa en la creatividad humana. Aunque reconocen que delegar tareas puede liberar recursos y optimizar procesos, insisten en mantener espacios donde el esfuerzo, la autoría y el aprendizaje sigan siendo prioridades. El desafío original consiste en encontrar un equilibrio que permita aprovechar los beneficios de la tecnología sin renunciar a las experiencias que otorgan sentido y valor a la vida humana.

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