Meditar, leer, escuchar música, estar en contacto con la naturaleza, realizar actividad física de baja intensidad, como caminar, tomarte un baño o realizar algún hobby, son opciones a las que puedes recurrir para descansar. Sin embargo, la forma más efectiva de lograrlo es durmiendo correctamente.
Al llegar la noche, el organismo libera melatonina, una sustancia que ayuda a relajarnos, disminuye la temperatura corporal e induce el sueño.
El sueño es un complejo proceso biológico por el cual el cerebro transita diferentes fases (Etapa 1, 2, 3, 4 y sueño por movimientos oculares rápidos o MOR).
Esto nos ayuda a sentirnos descansados y con energías, a reflexionar, formar recuerdos, aprender información, reparar estructuras celulares o tejidos, y a liberar hormonas.
En este último punto, se destaca la creación de citoquinas, que ayudan al sistema inmunitario a combatir infecciones y evitar que nos enfermemos. Por ello, la vulnerabilidad nuestras defensas es mayor cuando no descansamos correctamente.
El Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano (NICHD) recomienda los siguientes tiempos para dormir:
Recién nacidos: 16-18 horas al día.
Niños en edad preescolar: 11-12 horas al día.
Niños en edad escolar: por lo menos 10 horas al día.
Adolescentes: 9-10 horas al día.
Adultos: (incluyendo adultos mayores): 7-8 horas al día.
Si durante un período prolongado no se respetan estos tiempos de descanso, nuestro cerebro puede verse afectado, lo que se traduce en diferentes síntomas:
Cansancio.
Déficit de rendimiento.
Mala capacidad para pensar con claridad o reaccionar rápidamente.
Incluso existen investigaciones que encontraron que se podría alterar la formación de recuerdos.