El estudio, que se publicó en la revista American Journal of Clinical Nutrition, calificó a distintas dietas basándose en dos medidas: la calidad nutricional y la “huella de carbono”.
Y en general, las dietas sin carne resultaron victoriosas en ambas categorías.
Los investigadores encontraron que, en promedio, las dietas veganas y vegetarianas tenían la huella de carbono más pequeña, lo que se refiere a la cantidad de gases de invernadero que se emiten a la atmósfera para producir los alimentos que conforman a la dieta.
Por otro lado, las dietas pescetarianas (que incluyen pescado y marisco, pero no carne) recibieron la puntuación más alta en la calidad nutricional, y eran más respetuosas con el planeta que las dietas que contenían carne.
En el extremo contrario del espectro se encontraban dos dietas que están ahora de moda: la dieta keto, que es rica en grasa y baja en carbohidratos; y la dieta paleo, que se enfoca en alimentos que sus proponentes dicen que se consumían en la prehistoria, sobre todo carne, pescado, huevos, frutos secos y verduras.
Estos dos planes de alimentación ricos en carne, encontró el estudio, tenían las huellas de carbono más grandes y la calidad dietética más baja.
(La dieta keto también puede ser dura para el corazón, al aumentar el colesterol “malo” y el riesgo de bloqueos en las arterias, según una investigación reciente presentada en una reunión del Colegio Americano de Cardiología [American College of Cardiology]).
Los expertos señalaron que los hallazgos quizá den algo en qué pensar a los consumidores cuando estén en el supermercado.
“La mayoría de las personas no piensan sobre el impacto ambiental cuando eligen su comida”, comentó el investigador principal, Diego Rose, profesor y director del programa de nutrición de la Facultad de Salud Pública y Medicina Tropical de la Universidad de Tulane, en Nueva Orleáns.