Desde 2020, el primer jueves de noviembre se ha establecido como el Día de Concientización y Sensibilización sobre el Bullying, la Violencia Escolar y el Ciberacoso. Nos unimos a esta iniciativa de la UNESCO para continuar promoviendo la prevención, detección y tratamiento del bullying en todas las comunidades y centros educativos que reciben a niños, niñas y adolescentes.
El bullying es una manifestación de violencia –aunque no la única– que necesita la intervención firme de los adultos, tanto para evitar su aparición como para abordarlo desde el comienzo y así prevenir que se vuelva un problema persistente.
Un aspecto relevante del bullying es el componente de humillación intencional hacia la víctima. Una persona, de forma repetida y deliberada, menosprecia a otra (a través de burlas, apodos, actos de exclusión, amenazas, gestos simbólicos o miradas), frente a un grupo que no sabe o no puede intervenir para detenerlo. Cada acto humillante refuerza esta estructura de agresión y desequilibrio de poder y aumenta el dolor y sufrimiento de la persona afectada. Sin dudas, además, afecta al grupo de testigos que vive en constante tensión, sentimiento de culpa y confusión.
En las escuelas, es común observar un trato verbal despectivo y constante entre chicos y chicas. Se utilizan apodos, insultos y hasta “diagnósticos” –que en realidad desconocen– como una forma de agraviar al otro. Además, encontramos a docentes que, ante la falta de escucha y apoyo por parte de las familias, sienten que no tienen el respaldo necesario para actuar.
Ninguna característica o condición de la víctima puede justificar el bullying. Nada en ella o él explica los abusos recibidos.