El envejecimiento es un camino inevitable que comienza desde mucho antes de que se puedan percibir de manera evidente sus efectos, ya que se manifiesta a través de una multitud de transformaciones fisiológicas y cognitivas.
Si bien a los factores más ligados a la estética o a las capacidades motoras, cardiovasculares y otras, se les presta mayor atención; los cambios en la función y estructura del cerebro, aunque más difíciles de percibir en etapas iniciales, son particularmente significativos, ya que influyen en la memoria, la toma de decisiones y la calidad de vida en general.
Comprender los factores que incrementan ese proceso de envejecimiento es vital para el bienestar y la calidad de vida. Uno de estos factores centrales en el envejecimiento del sistema nervioso es el consumo de alcohol en sus diferentes formas. Las secuelas del mismo en etapas avanzadas y crónicas de consumo son conocidas desde hace mucho y son un clásico de la medicina, en enfermedades como la cirrosis hepática, con sus secuelas metabólicas, y consecuentemente en el sistema nervioso o la demencia de Wernicke Korsakoff.
Sin embargo, en los últimos años ha comenzado a prestarse mayor atención a los cuadros menos avanzados, con un enfoque en la prevención, lo que ha impulsado numerosas investigaciones. En este sentido, estudios sobre el consumo moderado de alcohol, por debajo de los niveles considerados excesivos y no tan prolongado en el tiempo, han revelado su intervención directa en el proceso de envejecimiento cerebral, mucho antes, incluso, de llegar a los cuadros terminales.
El alcohol, una sustancia psicoactiva de consumo generalizado, ejerce efectos profundos sobre el sistema nervioso central. Su impacto en el cerebro varía según la cantidad, el tipo de bebida consumida y la duración del consumo:
* Consumo moderado. Este es un punto controversial, ya que algunos estudios sugieren que una ingesta ligera o moderada de alcohol podría tener un efecto protector contra el deterioro cognitivo o la función cardiovascular, por citar algunos ejemplos. Así, algunas investigaciones indican que el consumo moderado de alcohol en adultos mayores se asocia con una mejor función cognitiva y bienestar en comparación con la abstinencia. Sin embargo, estos hallazgos no son universalmente aceptados y los posibles beneficios deben sopesarse frente a los riesgos conocidos. Otros trabajos postulan que aun una sola medida de alcohol diario estaría relacionado con disminución del tamaño del encéfalo en diferentes regiones.
* Consumo excesivo. El consumo crónico y excesivo de alcohol está inequívocamente vinculado a efectos neurológicos adversos, incluso terminales, como la demencia alcohólica. El abuso prolongado, en tanto, puede provocar lesiones cerebrales significativas, incluyendo reducciones en los volúmenes de sustancia gris y blanca. Este daño neuronal se asocia con déficits cognitivos que van desde deterioros leves hasta condiciones graves, como la demencia relacionada con el alcohol. Los efectos neurotóxicos del alcohol se ven agravados por deficiencias nutricionales, especialmente de tiamina (vitamina B1), una carencia frecuente en personas con este consumo problemático.