Visto desde el punto más alto de La Palma, donde los enormes telescopios salpican el paisaje rocoso, el volcán Cumbre Vieja parece una lejana bocanada de humo que se abre paso entre un manto de nubes blancas para crear una serena sensación de aislamiento.
Sin embargo, la ceniza de la erupción, que lleva causando estragos en la isla canaria española desde hace más de 40 días, puede obstruir la maquinaria, rayar las lentes y provocar interferencias eléctricas en el vanguardista observatorio astronómico, obstaculizando su trabajo científico.
La mayoría de los instrumentos están encerrados en enormes cúpulas que se cierran cuando hay riesgo de caída de cenizas, sin embargo, dos telescopios llamados MAGIC, diseñados para detectar estallidos de rayos gamma en galaxias lejanas a través de paneles de espejos brillantes, no tienen esa protección.
“Tuvimos que improvisar un poco”, dijo Victor Acciari, coordinador técnico del centro, señalando una pantalla de bolsas de basura negras pegadas con cinta adhesiva sobre los mecanismos que pueden hacer girar la estructura de 60 toneladas para enfocar cualquier parte del cosmos en 20 segundos.
“Tuvimos que cubrir las partes más delicadas, especialmente las cajas de engranajes y las partes cubiertas de grasa”, dijo este astrofísico e ingeniero eléctrico de 46 años.
La baja contaminación lumínica en torno a La Palma, la más occidental de las Canarias y una de las menos pobladas, la convierte en un lugar ideal para la observación astronómica.
Situado a unos 16 kilómetros (10 millas) del lugar de la erupción y a 1.300 metros de altura, el observatorio ha encontrado otras formas de seguir siendo útil en las noches en que la nube de ceniza impide el funcionamiento de los telescopios.
“Hay una serie de instrumentos que pueden ser útiles para vigilar la erupción”, dijo el administrador del observatorio, Juan Carlos Pérez Arencibia.