“Este es un viaje de penitencia. Digamos que ese es su espíritu”, dijo el Santo Padre a periodistas después de que su vuelo despegó de Roma.
Entre 1881 y 1996, más de 150.000 niños indígenas fueron separados de sus familias y llevados a internados. Muchos niños pasaron hambre, fueron golpeados y sufrieron abusos sexuales en un sistema que la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Canadá calificó de “genocidio cultural”.
El avión papal rodó con las banderas de Canadá y del Vaticano ondeando fuera de las ventanas de la cabina. Tras desembarcar con la ayuda de un ascensor, el Sumo Pontífice subió a un Fiat 500X blanco, que lo dejó en el hangar. A continuación se desplazó en silla de ruedas.
La gobernadora general Mary Simon, que representa a la jefa de Estado de Canadá, la reina Isabel, fue la primera en saludar al Papa. Le siguió el Primer Ministro canadiense, Justin Trudeau.
Francisco se sentó entre los dos funcionarios canadienses para una breve actuación de cuatro tamborileros y cantos nativos antes de que varios líderes indígenas, muchos de ellos con elaborados tocados, le saludaran e intercambiaran regalos.
“Hoy le pedí al Papa que camine con nosotros”, dijo el Gran Jefe George Arcand, de la Confederación de las Primeras Naciones del Tratado Seis, en una entrevista con la Canadian Broadcasting Corp. “Fue una lección de humildad hablar con su santidad”.