Este autor nos lleva a una profunda reflexión sobre la manipulación y la educación en el mundo contemporáneo. Argumenta que la manipulación no suprime la subjetividad de las personas, sino que la expande de manera conveniente, al satisfacer deseos y necesidades genuinas. Además, explora cómo la educación puede contrarrestar esta influencia externa al promover la amplitud de intereses y perspectivas.
El autor insiste en que la educación debe centrarse en compartir procesos de conocimiento en lugar de meros resultados. Argumenta que los maestros deben mostrarse a sí mismos, revelando cómo el aprendizaje y el conocimiento los transforman. La honestidad emocional y la habilidad para reconocer y comunicar sus propios estados de ánimo son aptitudes esenciales para los educadores en la educación ideal.
La reflexión concluye resaltando que la verdadera enseñanza proviene de la sinceridad, y que la autoconciencia es vital tanto para los maestros como para los estudiantes. La película “Ad Astra” sirve de ilustración, donde el protagonista se enfrenta a una evaluación crucial al expresar sus emociones y dudas más íntimas. En la educación deseada, se busca que los maestros se muestren auténticos y honestos, compartiendo sus propias experiencias y emociones como parte integral del proceso educativo. Esta conexión genuina entre maestros y estudiantes enriquece el aprendizaje, ya que se basa en la comprensión y la empatía mutua, creando un espacio donde la necesidad de aprender se comparte de manera auténtica.