Tras semanas de cuarentena, un equipo de fútbol vuelve a entrenar en su estadio. Las cafeterías y bares han levantado sus persianas, ansiosos por recibir a los residentes y esperando la vuelta de los turistas.
En Gibraltar hay una sensación de final de hibernación. El diminuto territorio británico de ultramar, enclavado entre España y el Mar Mediterráneo, se está recuperando tras un devastador brote de coronavirus. El COVID-19 ha matado a 93 personas allí, casi todos ellos entre enero y febrero de este año, e infectó a más de 4.000 de sus 33.000 residentes.
Pero la compacta geografía y la alta densidad de población a la que se achaca el repunte — además de a las nuevas variantes — han sido clave también en la exitosa campaña gibraltareña de vacunación, con el boca a boca facilitando su desarrollo.
El reciente alivio de las restricciones, que las autoridades han denominado “Operación Libertad”, se debe también en gran parte al suministro constante de vacunas desde Gran Bretaña.
Para finales de marzo, Gibraltar podría tener inmunizados a todos sus residentes mayores de 16 años, además de a su vasta fuerza laboral extranjera, dijo la ministra de Salud, Samantha Sacramento, a The Associated Press. Esto es más de 40.000 personas. Por el momento, solo el 3,5% han rechazado el fármaco.
Pero la lucha de Gibraltar por recuperar la normalidad apenas está comenzando. Sigue enfrentando los numerosos desafíos de una reapertura en un mundo globalizado con un acceso desigual a las vacunas y con la aparición de nuevas variantes del virus. Sacramento ha estado trabajando en planes de contingencia que incluyen complementar la vacuna con un refuerzo.
“Estar vacunado no es en absoluto una carta blanca para luego comportarse sin restricciones. Pero también tenemos que volver a ser un poco más humanos, a poder respirar aire fresco”, dijo la ministra en una oficina situada sobre el hospital local. “Es la ‘Operación Libertad’ pero con cautela”, agregó.