La depresión es una afección de salud mental común, que afecta a millones de personas en todo el mundo. Tan solo en Estados Unidos, se estima 21 millones de adultos tuvieron al menos un episodio importante de depresión en 2020, lo que representa a un 8.4 por ciento de la población adulta, según el Instituto Nacional de la Salud Mental (NIMH) de EE. UU. Los síntomas de depresión varían de una persona a otra, pero es más común experimentar algunos que otros.
Explorar los síntomas más comunes le ayudará a saber a qué estar atento si sospecha que usted, o alguien a quien conozca, se está enfrentando a una depresión.
¿Cuáles son los síntomas de la depresión?
Craig Sawchuk, psicólogo clínico de la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota, afirmó que ” comprender los puntos básicos de la depresión puede ayudarle a dar el siguiente paso”. En un video de la Clínica Mayo, anotó que “la depresión es un trastorno del estado de ánimo, que provoca sentimientos de tristeza que no desaparecen… y las personas que experimentan una depresión no pueden simplemente salir de ella”.
La depresión puede presentarse de muchas formas, y puede afectar a cada persona de forma distinta. Pero algunos síntomas comunes se asocian con esta afección. Pueden abarcar desde sentir una tristeza o desesperanza persistentes hasta perder interés en las actividades de las que antes disfrutaba. Otros síntomas pueden incluir cambios en el apetito, alteraciones del sueño y dificultades para concentrarse.
Según el NIMH, estos son los síntomas comunes de la depresión:
Sentimientos persistentes de tristeza, ansiedad o vacío que no desaparecen.
Un sentimiento constante de desesperanza o negatividad.
Una irritabilidad, una frustración o una inquietud que no tienen una explicación.
Sentimientos abrumadores de culpa, futilidad o inutilidad.
Pérdida de interés en el disfrute de actividades que antes le resultaban placenteras.
Unas sensaciones persistentes de agotamiento, fatiga o lentitud.
Dificultades para concentrarse, recordar las cosas o tomar decisiones,
Cambios en los patrones de sueño, por ejemplo dificultades para dormirse, despertarse pronto o dormir demasiado.
Cambios no planificados en el apetito que conduzcan a aumentar o perder peso.
Síntomas físicos sin explicación, por ejemplo calambres, problemas digestivos o dolores de cabeza que no responden al tratamiento típico.
Pensamientos de suicidio o muerte, o intentar suicidarse.