En la Argentina, el mate es una infusión popular, pero también es un ritual social con reglas tácitas que se transmiten de generación en generación. Entre esas reglas hay una que desconcierta a turistas y primerizos: no se dice “gracias” mientras te siguen cebando.
De acuerdo a Matemundo, un portal especializado en cultura matera, la palabra “gracias” es una señal de cierre: cuando quien recibe el mate dice esa palabra, le comunica al cebador que ya no quiere seguir tomando. Es una forma sutil y cortés de retirarse de la ronda sin interrumpir la conversación ni incomodar al resto.
El mate se hereda como un código de hospitalidad y confianza. Desde la mesa familiar hasta las plazas o las oficinas, la ronda de mate implica respeto mutuo: quien ceba tiene el control del ritmo y el orden.
Decir “gracias” antes de tiempo puede cortar de golpe esa dinámica. Por eso, entre materos se entiende que la palabra se reserva para el final: cuando alguien dice “gracias”, devuelve el mate y avisa que ya está satisfecho. Es una norma no escrita que refuerza el sentido comunitario de la ceremonia.
No dejes que el agua hierva. Lo ideal es apagarla cuando aparecen las primeras burbujas, a los 70 u 80°. Si se calienta demasiado, “quema” la yerba y arruina el sabor.
Llená 2/3 del mate con yerba. Tapá la boca del mate con la palma de la mano, dalo vuelta y sacudilo suavemente para que el polvo más fino se distribuya y no tape la bombilla.
Formá una montañita. Volvé el mate a posición normal, inclinándolo para que la yerba quede de un lado y se forme un hueco.
Humedecer la base. Poné un chorrito de agua tibia (no caliente) en la parte baja para que la yerba se hidrate. Esperá unos segundos.
Colocá la bombilla en el hueco húmedo, apoyándola contra la pared del mate. No la muevas más (¡esto evita controversias!).
Volcá el agua lentamente en el mismo lugar, para que la yerba no se lave de golpe.