Es bien sabido que las vitaminas son muy importantes para el cuerpo. Específicamente, la falta de vitamina D se asocia con diversas patologías, entre ellas, las que tienen que ver con la salud del cerebro. Este órgano y la vitamina D tienen una relación que no todo el mundo conoce o que al menos no es tan popular como otras, ya que, un déficit en esta vitamina impacta a nivel cognitivo y en nuestro envejecimiento neuronal.
Estamos, por lo tanto, ante un neuroprotector que va mucho más allá de su papel en la calidad de nuestros huesos o en nuestra capacidad para sintetizar numerosos minerales y son muchas las personas que sufren hipovitaminosis D sin saberlo. De hecho, se estima que casi el 60% de las personas de entre 50 y 60 años experimentan una falta de este tipo de esteroide, mientras que la población anciana, por su parte, la padece en un 80% y esto se debe a dos razones muy concretas.
La primera es que, a medida que maduramos y nos hacemos mayores, dejamos de sintetizarla con tanta facilidad. La segunda se debe sobre todo a nuestros hábitos de vida. La vitamina D se sintetiza a través de la piel y gracias a la luz del sol y también la podemos obtener a través de la dieta, en especial con los lácteos.
Debido a nuestros trabajos o incluso a que a medida que envejecemos salimos menos de casa, dejamos de recibirla de modo natural con la luz solar. Además, en caso de que no nos agrade la leche o determinados pescados, eso hará sin dudas que vayamos acumulando cada vez menos vitamina D hasta que poco a poco, evidenciaremos una sintomatología muy concreta.
El cerebro, la vitamina D y la calidad de nuestros procesos cognitivos
Dificultad para concentrarnos, pérdida de memoria, dificultad para razonar, para establecer conclusiones, para retener información nueva, son procesos que pueden verse afectados por el déficit de la vitamina D y son síntomas neurológicos que a veces se pasan por alto y que no siempre se relacionan con esta carencia, dijo la psicóloga española Valeria Sabater.
Por lo general, cada vez que se habla de esta vitamina la relacionamos con el calcio, con la resistencia de nuestros huesos y con la aparición de la osteoporosis en caso de no mantener unos niveles óptimos. Ahora bien, la relación entre el cerebro y la vitamina D se conoce desde hace unas décadas, cuando se descubrió, por ejemplo, la gran cantidad de procesos que regula dicho elemento tan esencial para nuestro bienestar.
Se sabe, por ejemplo, que la vitamina D activa y desactiva las enzimas en el cerebro y del líquido cefalorraquídeo que participan en la síntesis de neurotransmisores y el crecimiento nervioso. Asimismo, esta vitamina protege las neuronas y reduce la inflamación.
Un estudio realizado por el neurocientífico David Llewellyn en la Universidad de Cambridge demostró que a niveles más bajos de vitamina D las personas mostraban peores resultados en pruebas de agilidad y desempeño mental. Además, la habilidad para procesar información se volvía más lenta y dificultosa.
Síntomas de un déficit en vitamina D
Si nos falta vitamina D, lo más probable es que no notemos los síntomas en un primer momento. Es más, en ocasiones se atribuye la falta de esta vitamina a otros trastornos y afecciones, e incluso al simple envejecimiento. Ahora bien, uno de nuestros objetivos personales debería ser precisamente invertir en un buen envejecimiento, en una buena calidad de vida donde cuidar de nuestros procesos cognitivos.
La posible sintomatología asociada a la hipovitaminosis D es la siguiente:
Cansancio.
Debilidad muscular.
Dolor de caderas y espalda.
Problemas para concentrarnos.
Pérdidas de memoria.
Problemas para retener información nueva.
Cómo podemos cubrir nuestro déficit de vitamina D
La industria farmacéutica y alimentaria, consciente también de esa relación entre el cerebro y la vitamina D, lanza al mercado productos enriquecidos con esta fuente dietética. Así, es más que común encontrar desde leche, yogures o incluso cereales donde ya está presente la vitamina D. Otras fuentes de las que obtener buenos niveles de vitamina D son:
Tomar sol todos los días durante media hora (evitando las horas centrales donde los rayos solares son perjudiciales).
Salmón.
Atún.
Sardinas.
Ostras.
Queso.
Leche.
Huevos.
Garbanzos.
Almendras.
Brócoli.