En el contexto económico argentino, el año 2024 se presenta como un periodo de contrastes, donde la historia reciente del consumo de carne vacuna se transforma en una narrativa de oportunidades y desafíos. Luego de un 2023 marcado por la recesión y una notable caída en las ventas, el inicio de este nuevo año muestra señales de un repunte en el consumo, aunque todavía anclado en cifras que nos remiten a niveles históricos bajos. La situación se torna más interesante al observar el panorama de las exportaciones de carne vacuna, que han retrocedido un 21,1% en comparación con el mismo periodo del año anterior.
Este fenómeno se debe, en gran medida, a la disminución de la demanda por parte de China, un socio comercial crucial. Sin embargo, este descenso ha sido contrarrestado por un aumento en las ventas a mercados alternativos, como Israel, Estados Unidos, Alemania y Países Bajos. Así, el balance de una mayor producción local y una menor demanda externa ha resultado en un consumo aparente que ha crecido un 11,8% respecto al primer semestre de 2023. Particularmente en junio, el consumo de carne vacuna por habitante alcanzó los 50,1 kilos anuales, lo que representa un incremento de 5,2% en relación al periodo anterior. Esta cifra no solo sugiere una recuperación, sino que nos acerca a los valores de 2021, un año que marcó un hito en la historia del consumo de carne en Argentina.
Sin embargo, el camino recorrido hasta aquí no ha sido sencillo. En 2024, el consumo promedio por habitante se posicionó en 47,7 kilos, lo que representa una disminución del 9% respecto al año anterior, marcando el segundo nivel más bajo desde que se iniciaron las mediciones en 1914. Este cambio en los hábitos de consumo también ha estado acompañado por un aumento en las ventas de pollo, donde el costo más accesible de esta proteína ha llevado a los consumidores a optar por alternativas más económicas.
El contraste en precios es notable: mientras que el asado se cotiza a $10.973 por kilo, el pollo entero se ofrece a $3.709. Este fenómeno ha sido analizado por entidades como el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), que indican que Argentina ha logrado consolidarse como el segundo país con mayor consumo de proteína animal a nivel global, solo superado por Estados Unidos. Sin embargo, por primera vez, el consumo de carne de pollo ha superado al de carne vacuna, un dato que podría implicar un cambio significativo en las tendencias alimentarias del país. En el ámbito de las exportaciones, la situación se complica por los recientes cambios en el comercio internacional.
Estados Unidos se encuentra en medio de una disputa comercial con Brasil, donde se proyecta un arancel del 76,4% sobre la carne brasileña. Este conflicto tiene repercusiones globales, dado que Estados Unidos es el segundo mayor importador de carne y Brasil el principal exportador. La inestabilidad en este flujo comercial podría abrir oportunidades para Argentina, ya que una eventual exclusión de Brasil del mercado estadounidense podría desviar volúmenes significativos hacia otros destinos, aumentando la competencia en el sector. A pesar de estos desafíos, se están llevando a cabo negociaciones para un acuerdo bilateral con Estados Unidos que podría permitir a Argentina exportar aproximadamente el 80% de su carne vacuna sin aranceles.
Además, se contempla la posibilidad de ampliar la cuota actual de 20.000 toneladas que ingresan al mercado estadounidense sin arancel. Este escenario, aunque complejo, se presenta como una oportunidad para que Argentina redirija sus flujos comerciales en un contexto internacional que sigue cambiando. Si se concretan estas negociaciones, el país podría beneficiarse significativamente, afianzando así su posición en el mercado global de carne. La historia del sector cárnico argentino sigue escribiéndose y, a pesar de los desafíos actuales, se avistan luces de optimismo en el horizonte.