Uno de los principales factores responsables de esta adicción, es la nicotina. Aquí revisamos qué dice la ciencia sobre esta sustancia y te explicamos qué efectos puede causar en tu cuerpo.
La nicotina es un alcaloide, es decir, un compuesto orgánico que se puede encontrar en muchas plantas, como la de tomate, berenjena, pimiento, papa, o coliflor.
Sin embargo, la variante más conocida y que se encuentra en mayor concentración es la de la hoja del tabaco (Nicotiana tabacum), que constituye cerca del 5% del peso de la planta y 3% cuando está seca.
El tabaco se puede fumar, ya sea en cigarrillos, cigarros, o pipas, o masticar, mediante productos como el rapé (que también se puede aspirar), dip o snus.
Cuáles son los efectos del tabaco sobre la piel
Otra forma de consumo que trajo consigo el nuevo milenio son los cigarrillos electrónicos, un sistema creado en China en 2004 que utiliza una batería para calentar una solución líquida y convertirla en vapor.
Recurriendo a cualquiera de las opciones anteriores, se expone al cuerpo a la nicotina, que, por sus efectos adictivos, dificulta abandonar el hábito.
Cuando esta sustancia ingresa al organismo, es rápidamente absorbida por el torrente sanguíneo, donde comienza a estimular a las glándulas adrenales para que liberen la hormona epinefrina, mejor conocida como adrenalina.
Esto provoca una sobreestimulación del sistema nervioso y ciertos efectos fisiológicos:
Liberación de dopamina en las áreas de placer y motivación del cerebro, por eso, suele afirmarse que se siente un efecto similar al que ocurre cuando las personas toman otro tipo de drogas, como la cocaína o heroína.
Aumenta la frecuencia cardíaca, el consumo de oxígeno del músculo cardíaco, y los niveles de presión arterial, por lo que se la vincula con un mayor riesgo de ataques al corazón y accidentes cerebrovasculares.
Se la relaciona con un mayor riesgo de sufrir diabetes, ya que afecta la producción de insulina por parte del páncreas, favoreciendo los “picos” de azúcar en sangre.
Puede aumentar los niveles de betaendorfina, una hormona que actúa como moderadora del dolor, reduciendo la trasmisión y eficacia de estímulos sensoriales. Esto también ayudaría a aliviar la ansiedad.
Debido a que aumenta la actividad de los neurotransmisores acetilcolina y la noradrenalina, se cree que podría mejorar la memoria y la concentración. Sin embargo, esa sensación de alerta o vigilia puede desencadenar en euforia.