Thompson, un locutor retirado, vio los llamados de Trump a sus simpatizantes a ir Washington para evitar que el Congreso certificara la victoria electoral de Joe Biden, lo que resultó en un letal asalto al Capitolio el 6 de enero. Pero mientras el Congreso intenta responsabilizar a Trump por sus acciones, Thompson ve una agenda para desterrar al expresidente de la política y devolver el partido a figuras del establishment como Thune, el segundo líder republicano en el Senado.
“Estábamos cansados de la forma en que iban las cosas, estábamos cansados de la politiquería y los discursos de siempre”, dijo Thompson.
Thune fue uno de los republicanos que condenó la insurrección en el Capitolio, calificándola de “horrorosa” y prometiendo “pedir cuentas a los responsables”. Pero como la mayoría de sus colegas republicanos, el senador dijo la semana pasada que no estaba hablando de Trump.
A excepción de cinco senadores republicanos, todos votaron en contra de llevar a cabo un juicio político al expresidente. Si bien sus votos no fueron suficientes para detener el proceso, fue un marcado contraste con los pedidos anteriores de castigar a Trump. Es fácil encontrar la razón de su decisión en las pequeñas ciudades de Dakota del Sur, donde los votantes leales a Trump decidirán si envían a Thune de regreso al Senado el próximo año.
Si bien los líderes republicanos en Washington coquetearon con castigar a Trump, muchos de sus electores nunca lo soñaron. Creen las falsas afirmaciones de Trump de fraude electoral y de que los atacantes del Capitolio fueron de izquierda. Consideran que el intento de culpar a Trump por el suceso es simplemente otro ataque a una figura que los republicanos del establishment nunca aceptaron.