En muchas oficinas, hay alguien que nunca deja de teclear, salta de una reunión a otra y no para de repetir lo estresado que está. Todo indica que está desbordado. Pero… ¿realmente produce? La escena es común y puede esconder un fenómeno silencioso y creciente: la falsa productividad.
Lejos de ser solo una molestia, esta actitud puede afectar la dinámica de trabajo y el clima laboral. “Hablar mucho del trabajo, pero lograr poco es una señal típica”, advierte el consultor alemán Stephan Megow, experto en reclutamiento. A veces, quienes más se esfuerzan en parecer ocupados son quienes menos resultados concretos generan.
Cuando el hacer se vuelve apariencia
La falsa productividad puede pasar inadvertida. No siempre es fácil distinguir entre tareas con impacto real y actividades que solo ocupan tiempo y espacio. Megow remarca que es importante no apresurarse a juzgar: “Algunos trabajos no dan resultados inmediatos, pero eso no significa que no estén siendo útiles”.
La clave está en la claridad. “Cuando el equipo tiene definidos sus objetivos y sabe quién trabaja en qué, es más fácil identificar la productividad real”, explica. Herramientas como tableros colaborativos, reuniones breves o reportes periódicos pueden ayudar a seguir el avance sin necesidad de caer en el control excesivo.
Un síntoma de entornos disfuncionales
Según Megow, muchas personas caen en esta dinámica porque necesitan ser vistas. “Quienes fingen estar ocupados para ser valorados están atrapados en un sistema inestable, no en uno que promueva el rendimiento auténtico”.
Cuando los entornos laborales no promueven la confianza ni visibilizan los logros reales, es probable que algunos busquen reconocimiento aparentando más de lo que hacen. En estos casos, la solución no pasa solo por señalar el problema, sino por generar espacios de retroalimentación, revisar roles y ajustar expectativas.
De la falsa productividad al agotamiento
A veces, lo que parece exceso de ocupación es, en realidad, una sobrecarga real. Y cuando eso se sostiene en el tiempo, puede derivar en agotamiento.
Algunas señales de alerta:
– Sensación constante de fatiga.
– Ansiedad anticipatoria, sobre todo antes de comenzar la jornada.
– Dificultad para desconectarse fuera del horario laboral.
– Reducción del rendimiento a pesar del esfuerzo.
– Distanciamiento afectivo con familiares o amigos.
El agotamiento no solo afecta el desempeño. También compromete la salud mental y física: problemas de sueño, irritabilidad, disminución del sistema inmune o incluso cuadros depresivos pueden ser parte del cuadro.