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20/09/2022

Serotonina: ¿qué relación tiene con lo que comemos?

Serotonina: ¿qué relación tiene con lo que comemos?
La serotonina, también conocida como la "hormona de la felicidad", es un neurotransmisor que interviene en el control de las emociones.

Aunque suele vincularse al estado de ánimo, la serotonina también cumple otras funciones, como regular la temperatura, apetito, o función sexual. Conoce aquí qué puedes hacer para incrementar sus niveles.

La serotonina o 5-hidroxitriptamina (5-HT) es un neurotransmisor presente mayoritariamente en el tracto gastrointestinal y en las plaquetas de la sangre, y, en menor medida, en las neuronas.

Se encarga de trasmitir señales para regular distintas funciones corporales, como:

Actividad motora (incluida locomoción, masticación y respiración).

Apetito.

Estado de ánimo.

Conducta sexual.

Función cognitiva.

Producción de la melatonina (hormona que, entre sus muchas funciones, se encarga de regular los ciclos de sueño).

Cuando los niveles de serotonina son bajos, nuestro organismo puede verse gravemente afectado, presentado distintos síntomas:

Alteraciones en la función sexual.

Coagulación sanguínea ineficaz.

Mayor riesgo de enfermedades de los huesos, como osteoporosis.

Problemas de salud mental, incluido ataques de pánico, depresión, estrés o irritabilidad.

Trastornos gastrointestinales, como irritación de revestimiento intestinal.

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Para incrementar la producción de serotonina y mantener un correcto equilibrio de sus niveles se puede optar por diferentes medidas:

Alimentación beneficiosa
Entre los mejores alimentos para incrementar la producción de serotonina se destacan aquellos ricos en triptófano, un aminoácido esencial, es decir, que no puede ser producido por el organismo. Para obtenerlo puedes optar por:

Avena.

Carne de res, cerdo, o cordero, pero especialmente de aves de corral, como pollo o pavo.

Espirulina.

Frutos secos, especialmente nueces.

Hierbas secas.

Huevos.

Leche.

Legumbres.

Maní y su mantequilla.

Pescados, como salmón.

Piña.

Quesos.

Mariscos.

Semillas, como las de ajonjolí y calabaza.

Soja y sus derivados.

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