El dolor de rodillas es una de las quejas más habituales entre corredores, tanto en quienes recién empiezan como en los más experimentados. Cada zancada implica un impacto fuerte en las articulaciones y, si no se toman recaudos, puede transformarse en una lesión.
Para minimizar riesgos, los especialistas destacan tres hábitos fundamentales:
1. Mejorar la técnica de carrera. La forma de correr influye directamente en la presión que reciben las rodillas. Una postura erguida, la mirada al frente y una pisada de mediopié ayudan a distribuir mejor el impacto. Además, conviene evitar pasos demasiado largos y mantener una cadencia estable, lo que reduce la sobrecarga en la articulación.
2. Elegir el calzado adecuado. No todas las zapatillas sirven para correr. Lo ideal es optar por un modelo con buena amortiguación, adaptado al tipo de pisada —pronadora, supinadora o neutra— y recordar que deben reemplazarse cada 600 a 800 kilómetros, ya que la suela pierde capacidad de absorción con el uso.
3. Fortalecer y estirar los músculos. Complementar el running con ejercicios de fuerza es clave para proteger las rodillas. Trabajar cuádriceps, glúteos y core ayuda a estabilizar la articulación y a repartir mejor la carga. Los estiramientos regulares también son esenciales para mantener la flexibilidad y prevenir contracturas.
Adoptar estos cuidados no solo protege las rodillas, sino que también mejora el rendimiento y permite disfrutar del entrenamiento con menos riesgos de lesión.