Poco más de un año después de que le sorprendieran las coloridas piezas de plástico que recogió como parte de la limpieza del río, la mujer de 34 años fabrica y vende miles de tarjetas de felicitación decoradas con ellas cada semana.
Cuando se mudó a Peckham, en el sudeste de Londres, envió un lote de tarjetas decoradas con plástico a los vecinos cercanos que estaban cuidándose del COVID-19, ofreciéndoles ayuda.
“Fueron las primeras tarjetas lavadas”, dijo. “Algunos de mis vecinos dijeron ‘son increíbles, deberías empezar a venderlas'”, contó a Reuters.
Ahora trabaja haciendo las tarjetas junto con un empleo de medio tiempo en una compañía que vende empaques hechos de algas marinas a la que se incorporó después de ser despedida de un negocio que fabrica salsas con frutas y vegetales no deseados.
Graduada en geografía, no tenía una formación artística formal, pero le gusta estar al aire libre y encontrar nuevo potencial en botones viejos o sorbetes de plástico mientras limpia la orilla del río para una organización ambientalista local.
Ahora produce unas 4.000 tarjetas por semana, contó, y ve su éxito como parte de un movimiento más amplio.
“Creo que el camino a seguir será que las personas creen cosas y comiencen negocios que no tengan tanto impacto en el ambiente, ya sea reutilizando algo, reciclando algo, generando algo a partir de los desechos. Creo que ese es el camino a seguir”, dijo.
“Así que espero que la gente haga más y más y lo está haciendo. De ninguna manera soy la primera”, agregó.